Me encantaba celebrar el Año Nuevo Chino cuando era
pequeña y viviendo en Hong Kong. Una semana sin cole, los bailes de dragón, los
fuegos artificiales, pequeños sobres rojos con la propina. Fueron buenos
tiempos… Catorce años después, solo que en París (y sin la propina), pude
revivir estas antiguas tradiciones y memorias de infancia.
Hay una gran comunidad china en París y celebraron por
todo lo alto su año nuevo. Afortunadamente compartieron sus celebraciones e
hicieron un espectáculo. Un desfile que empezaba en el Hotel de Ville y
navegaba las calles del Marais, subiendo Rue du Temple hasta Republique y
bajando luego por Rue Turbigo, solo se vio interrumpida por la repentina
tormenta de nieve. Pero si no fue estupendo.  Dragones, tambores, cantantes de ópera disfrazados y
niñas gritando “Bonne Année” eran solo algunos componentes de una elaborada
procesión.
Me gustó especialmente el hecho de que nuestras calles
vecinas estuvieron decoradas con linternas rojas una semana antes de toda la
fanfarria. Es tan enriquecedor compartir y celebrar otros festivos étnicos y
esto es algo que París hace bastante bien. Aunque Nueva York y San Francisco
tienen sus China Towns y Madrid tiene una versión mini, nunca había revivido
algo como los Años Nuevos Chinos en Hong Kong hasta ahora. Y lo que mas me
gustó fue que no era una simple demostración para los turistas. Los parisinos
apreciaban tanto, si no mas, los címbalos y bailes. 
Cuando nos sentamos por fin en Chez Shen con una sopa Won Ton bien caliente, tomé nota de lo
petado que estaba el restaurante y los sabores bastantes auténticos (un sitio para volver,
eso seguro). Y entonces sonreí con el chiquillo francés sentado a mi lado, una versión
mini de Jonathan Lipnicki que
devoraba sus fideos de una manera feroz, para después acabar y decir a su papa: “Cétait super sympa aujourd´hui”… “Hoy
fue un día estupendo, papa”.








No hay comentarios:
Publicar un comentario